Tener una buena idea puede ser hasta un problema, una molestia que, sin las herramientas para concretarla y llevarla a cabo puede transformarse en frustración.
La pregunta que le sigue a una idea - "¿y ahora qué hago?" - puede paralizar. Por suerte hay formas de solucionarlo. Se llaman incubadoras (o aceleradoras) y son programas públicos o privados de mentorías en que los emprendedores desarrollan habilidades de negocio y maduración de los productos que de otra manera no se pueden obtener, o se obtendrían con un costo mayor.
Incubar un emprendimiento es una forma de ganar tiempo (acelerar el proyecto), además de un espacio para vincularse con otros emprendedores. Funciona también como una especie de sello ISO. "Un proyecto incubado es una certificación frente a los inversores", dice Ariel Arrieta, fundador de NXTP Labs, una incubadora de proyectos de internet que nació inspirada en Y Combinator, un acelerador de negocios 2.0 fundado en 2005 por Paul Graham, un inversor de empresas tecnológicas que vino a cambiar el modelo de incubación tal como estaba pensado hasta entonces.
Desde el surgimiento de las primeras puntocom, en la década del 90, los modelos de incubación estaban centrados en hacer crecer el producto para luego venderlo. El emprendedor, en ese modelo, estaba en un segundo plano, porque lo que se buscaba era profesionalizar el negocio para cederlo después a un management con más experiencia. "Ese modelo fue un fracaso, y eso que hubo mucho capital para financiarlo", dice Ariel.
Graham, en cambio, centró su incubadora en el emprendedor: invertía poco dinero en cada proyecto (alrededor de 20 mil dólares), pero fortalecía sus recursos humanos con herramientas y estrategias de crecimiento de habilidades de negocios. Cinco años después, su inversión inicial de cinco millones de dólares se multiplicó por cien y su compañía cuesta hoy 500 millones. El secreto: invertir en emprendedores, no en emprendimientos.
Ese es el camino que siguen incubadoras privadas como puntocom , Patagonia Ventures , Wayra (una aceleradora regional del grupo Telefónica que acaba de elegir diez proyectos de Argentina para incubar durante los próximos meses) o BA Accelerator, fundada por Vanesa Kolodziej. En el caso de las incubadoras de capitales privados, el acuerdo es inversión y recursos por parte de la aceleradora (BA Accelerator invierte hasta 145 mil dólares; NXTP Lab hasta 25 mil), a cambio de un porcentaje en la participación de la empresa incubada, que -según cada incubadora y proyecto- puede ir del 2 al 30 por ciento. Una condición clave, que responde a la lógica de que no exista dependencia entre los dos actores del negocio, es que la incubación tenga un plazo, que va de los 12 a los 18 meses. El resultado de estos grupos de empresas incubados, en apariencia dispersos, redunda en un mapa, visto de arriba, conectado y colaborativo.
El modelo de incubación no sólo es exitoso en emprendimientos tecnológicos y en empresas privadas. Incuba, el programa del Centro Metropolitano de Diseño de la ciudad de Buenos Aires ( CMD ), recibe y acompaña el crecimiento de emprendimientos vinculados con el diseño, el turismo y las industrias culturales. Incuba trabaja con la lógica de Graham: elige, por concurso, emprendedores con un producto a los que les faltan habilidades para convertirse en empresarios. Una vez elegida, la empresa incubada entra en un intensivo programa de capacitación con foco en el desarrollo de estrategias de exportación, que incluye asesoramiento técnico, contable y tributario, pero no trabaja sobre el diseño del producto. Los incubados, que en este momento son 34, comparten el espacio físico del CMD, y su obligación -a cambio de ser aceptados en el programa- es cumplir con todas las capacitaciones. La regla para medir el éxito de la incubación es simple: si terminado el programa siguen trabajando, el plan dio resultado.
A pesar de la masa crítica de emprendimientos locales, el mayor proyecto de la región en cuanto a incubación estatal no está en Argentina sino en Chile. Se trata de Start-Up Chile, un programa del gobierno chileno que atrae emprendimientos extranjeros para que se instalen en Chile durante seis meses. Reciben 40 mil dólares para hacer crecer su negocio, mientras que el anfitrión recibe beneficios de corto y largo plazo: el primero es la contratación de mano de obra calificada (programadores, diseñadores), pero lo más interesante es el objetivo de máxima, que es la búsqueda del efecto contagio, crear en Chile una cultura emprendedora a partir de los ejemplos offshore que se incuban en Start-Up. Es lógico: Chile tiene más capital, pero menos emprendedores. En 2010, el programa convocó a 22 startups de catorce países. Para hacerlo más atractivo, el gobierno chileno convocó a tutores de Silicon Valley que guían los emprendimientos. De Argentina, este año fue convocado ComentaTV, la plataforma que concentra los comentarios que se hacen en las redes sociales de programas que se están emitiendo por la tele, que va a utilizar la oportunidad para desarrollar su negocio en ese país.
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